Hay que sacrificarse para llegar adonde uno quiere, para poder hacer lo que le dé la gana que no es más que disfrutar del trabajo, a la vez que vivimos, quienes tenemos la suerte de dedicarnos a a lo que nos gusta. Hay que, de vez en cuando, tirarse al suelo pues no siempre la belleza está arriba. Por eso quiero dedicar ésta imagen a quien se tiene que llevar horas de pié, calzando esos tacones.
Por menos de ésto le entraba fiebre a los hombres a mediados de siglo, no hace mucho tiempo.
Y todavía creo que aún ocurre.
Espero que aprendan pronto por su bien, que la humildad lleva zapato plano y que para triunfar, hacen falta más cosas en la maleta, que una cara bonita. Pues yo conozco a guapos que arruinaron su vida por no tener cabeza. No os dejéis cegar por los focos que todo lo importante, sucede en la trastienda de la vida.
Abrazos a todos.
Pepe Ortega.